domingo, 6 de septiembre de 2009

"Discriminación", "derechos humanos": tradición antropológica y unidad de la especie

ANTROPOGRAFÍAS. Samizdats de la cuenca del Plata. ЭТНОСАМИЗДАТ nº: 13
El texto que sigue fue redactado como una intervención de ocasión en ocasión de la convocatoria a una treintena de especialistas sobre cuestiones indígenas, el 13 de diciembre de 2007. Puede verse el texto completo en la página del organismo nacional que realizó el evento.
… si  bien no se empleaba el término ‘discriminación’ como se hace ahora, hace más de un siglo que la tradición antropológica viene reflexionando sobre estas cuestiones. El problema de la ‘discriminación’ es el problema de la unidad del género humano. Es también el problema de la autonomía del individuo –y en ese sentido podemos leer con provecho a algunos de nuestros maestros, como Louis Dumont. La tradición antropológica ha insistido en el holismo (el pueblo tal y tal obra de tal manera), pero no pocas veces soslaya las tensiones del obrar humano, que puede llegar a las peores tragedias. Desde los novios massim llevados al suicidio por no encajar en pautas de parentesco estrictas, hasta las esclavas kwakiutl sacrificadas en aras de un potlatch. Otro de nuestros maestros, Eric Wolf, nos dejó un libro ejemplar en el cual, sin poner ningún océano entre Occidente y el resto, analiza estas formas extremas y trágicas de ejercicio del poder: tanto la de los prisioneros masacrados por el orden azteca, como otra distinta, pero comparable en su atrocidad, la de los nazis en Europa.
Los antecedentes inmediatos de nuestra odisea como primates humanos se remontan (en la evidencia consolidada producida por arqueólogos, así como, últimamente, por los estudios de ADN mitocondrial), a una crecida centena de miles de años. No obstante, la conciencia de la unidad de la especie habría aparecido de modo más bien tardío, y no terminó de constituirse. ¿Acaso empezó con los budistas hace veinticinco siglos, o un poco después, con los estoicos? Quizás, aunque la búsqueda de ejemplos en otras tradiciones culturales, como las originadas de América, (que no han dejado testimonio escrito tan antiguo) podría mostrar elementos en ese sentido. En ese laborioso proceso, con marchas y contramarchas, la conciencia de esa unidad humana estuvo y está acompañada por otro proceso difícil, crispado, y nada lineal: el de la emergencia de la autonomía del individuo. La lucha contra la discriminación no es sino un capítulo pequeñísimo de ese proceso de tan largo curso.
            En el caso concreto de la Argentina del siglo XXI, los miembros de los pueblos originarios, después del ejército de Roca y de Fontana, [Nota: Los generales de las conquistas de Patagonia y Chaco] después de Quera, de Fortín Yunká y de Napalpí, [por nombrar a algunos de los conflictos armados ocurridos entre las décadas de 1870 y 1930], muestran un enorme grado de postergación y frustraciones, junto a una gran potencialidad para expresar objetivamente alianzas con el resto de los sectores populares y con el Estado. Algunos, como Quera, fueron batallas regulares entre dos fracciones políticas nacionales. Otros, simples masacres unilaterales] muestran un enorme grado de postergación y frustraciones, junto a una gran potencialidad para expresar objetivamente alianzas con el resto de los sectores populares y con el Estado. Los acuerdos que se pactaban en el siglo XVIII en los pagos chaqueños de Lacangayé, o los que medio siglo más tarde efectuaba Callvucurá con Rosas, sólo muestran que tanto los pueblos originarios como el resto de la sociedad argentina han estado y están mutuamente relacionados. No se pueden pensar a los unos sin los otros. La sinuosa historia argentina ha mostrado diversos momentos. A veces predominó la indiferencia o la ignorancia, a veces el acercamiento. También hubo situaciones excepcionales, con personas capaces de construir puentes que acortaban distancias políticas y culturales, como ese cacique ranquel que le mostraba al coronel Mansilla su archivo de periódicos. Cuando Vicente Pazos Canqui, indígena aymara de Sorata, ordenado sacerdote católico, viajó a Inglaterra, no sólo se volvió librepensador y esposo, sino que tradujo el Common Sense de Thomas Paine. Traduciendo a Paine, Pazos Canqui no sólo trataba de replicar en nuestro Virreynato del Plata a la independencia norteamericana. Estaba construyendo puentes, con plena conciencia de la diversidad y unidad del género humano, en la esfera pública rioplatense de los años 1810…”.
Por eso distribuimos parte del original de nuestra declaración de independencia, enunciada en un día 9 de julio tucumano hace casi dos siglos, impresa en Buenos Aires en agosto de 1816 en castellano, quechua y aymara. Considerándolo “un documento inspirador del propósito colectivo que inspira a nuestro encuentro, el del problema de la laboriosa construcción de una nacionalidad argentina plural e igualitaria, enraizada en los distintos orígenes de los pueblos que la componen.
Ricardo Gabriel Abduca, diciembre de 2007